ADVENIMIENTOS DE CRISTO

ADVENIMIENTOS DE CRISTO

El término advenimiento significa venida, o llegada, especialmente solemne. Al referirse a las llegadas o advenimientos de Cristo, sabemos que tienen un origen o propósito divino.
Ha de ser un desvelamiento tal del futuro que ninguna previsión o sabidurías meramente humanas hubieran podido suponerlo.
La predicción debe dar los suficientes detalles que excluyan astutas especulaciones
Ha de haber aquel lapso de tiempo entre profecía y cumplimiento que impida la actuación del profeta mismo para llevar a cabo o afectar el resultado.

Estas tres reglas se representan en las profecías del primer advenimiento de Cristo. El cumplimiento de las Escrituras en su prime advenimiento nos debería dar una plena confianza en las profecías que tienen que ver con su segundo advenimiento. El primer advenimiento presenta la vida de Cristo como una pintura sobre un lienzo, y muchos de los santos profetas de Dios fueron movidos por el Espíritu Santo a contribuir porciones de su vida en sus profetas. Los detalles de la vida de Cristo fueron predichos con precisión. Él:
Nacería de una virgen (Is. 7:14)
Sería un descendiente de Abraham y de David (Gn. 12:3)
Nacería en Belén (Miq. 5:2)
Sería llevado a Egipto en su infancia (Os. 11:1)
Sería profeta (Dt. 18:15)
Un Mesías y Salvador (Sal. 2:2)

Hay muchas profecías en las Escrituras que revelan que Cristo vendría una vez como Salvador y de nuevo como Rey. Cristo mismo citó de Isaías 61:1 – 2 en la sinagoga, y se detuvo antes de la frase “y el día de venganza del Dios nuestro”, porque esto se refería l segundo advenimiento cuando vendrá a juzgar a las naciones (Ap. 19:11 - 21). En Lucas 1:31 – 33, la profecía afirma que Jesús será “grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. Sin embargo, en su primera venida fue rechazado por los líderes de Israel y no heredó el trono de David su padre. Esto se cumplirá en el segundo advenimiento cuando establezca su reinado en el reino milenario. Esas profecías, y otras como ellas, muestran que el Señor vendrá por segunda vez para cumplir de manera literal los detalles restantes de las profecías, igual que tuvo lugar la primera vez. El gran cuerpo de profecía no cumplida hace que el segundo advenimiento sea cosa absolutamente esencial. Se ha prometido que:
Él vendrá personalmente (Hch. 1:11);
Que los muertos oirán su voz (Jn. 5:28)
Que Él ministrará a sus siervos vigilantes (Lc. 12:27)
Que volverá de nuevo a la tierra (Hch. 1:11)
Al mismo monte lo de los Olivos desde el que ascendió (Zac. 14:4)
En llama de fuego (2 Ts. 1:8)
En las nubes del cielo con poder y gran gloria (Mt. 24:30)
Que sus santos (la iglesia) vendrán con Él (1 Ts. 3:13)
Que todo ojo le verá (Ap. 1:7)
Que el destruirá al anticristo (2 Ts. 2:8)
Que se sentará en su trono (Mt. 25:31)
Que todas las naciones se reunirán delante de Él y que Él las juzgará (Mt. 25:32)
Que el tendrá el trono de David (Is. 9:6 - 7)
Que será sobre la tierra (Jer. 23:5 – 6)
Que tendrá un reino (Dn. 7:13 - 14) y que la regirá con sus santos (Ap. 5:10)
Que todos los reyes y todas las naciones le servirán (Sal. 72:11)
Que los reinos de este mundo vendrán a ser su Reino (Zac. 9:10)
Que los pueblos se congregarán a él (Gn. 49:10)
Que ante Él se doblará toda rodilla (Is. 45:23)
Que acudirán y adorarán al rey (Zac. 14:16)
Que Él edificará Sion (Sal. 102:16)
Que su trono estará en Jerusalén (Jer. 3:17)
Que los Apóstoles se sentarán en doce tronos, juzgando a las doce tribus de Israel (Mt 19:28)
Que Él regirá sobre todas las naciones (Sal 2:8 - 9)
Que el templo en Jerusalén será reedificado (Ez 40 – 48) y la gloria del Señor irá a ella (Ez 43:2 5)
Que la gloria del Señor se revelará (Is. 40:5)
Que el desierto vendrá a ser un campo feraz (Is. 35:1 - 2) y su habitación será gloriosa (Is. 11:10)

Todo el programa del pacto con Israel, que todavía no ha sido cumplido, demanda el segundo advenimiento del Mesías a la tierra. El principio de cumplimiento literal hace esencial que Cristo regrese. ANTICRISTO En la escatología premilenarista se designa como el anticristo al final gobernante mundial que se opone de Dios y a su Cristo (en particular con relación a su deidad), oprime a los elegidos de Dios (especialmente al pueblo judío) y busca usurpar el puesto de culto divino mediante la profanación de lo santo (especialmente Jerusalén y su templo). Según 1 Juan 4:3, este espíritu antioteocrático y antisemita es característico de nuestra presente era, lo que indique que estamos en los últimos días (esto es “el último tiempo”). La designación anticristo, que aparece sólo en las epístolas de Juan (1 Jn. 2:18, 22; 4:3; 2 Jn. 7), está compuesta de las palabras griegas anti (contra, en lugar de) cristos (Cristo), e indica a cualquier agente del maligno (Satanás) que actúe en contra de o como falsificación del Ungido de Dios, de Aquel que está destinado a regir el mundo (Sal 2:2). El uso plural de este término admite tanto una expresión inclusiva como concentrada del anticristo, y en último término el dúo escatológico conocido como la primera bestia (el anticristo) y la segunda bestia (el falso profeta), que, con el dragón (Satanás) como fuente de su potestad (autoridad), constituyen una especie de trinidad falsa (Ap. 13:1 - 2) En tanto que puede que él término específico anticristo pueda usarse en raras ocasiones, la Biblia está repleta de la terminología descriptiva de su naturaleza diabólica y profanadora. Entre los epítetos más evidentes se encuentran:
el cuerno pequeño (Dn. 7:8),
el rey altivo de rostro (Dn. 8:23),
el príncipe que ha de venir (Dn. 9:26)
el desolador (Dn. 9 :27)
un hombre despreciable (Dn. 11:21)
el rey que hará su voluntad (Dn. 11:36)
el pastor inútil (Zac. 11:16 17)
el hombre de pecado y el hijo de perdición (2 Ts. 2:3)
El inicuo (2 Ts. 2:8)
La bestia (Ap. 11:7)

Sólo la escuela futurista (que incluye el premilenarismo) ha podido desarrollar una interpretación coherente del concepto del anticristo sobre la base de testimonio de los dos testamentos. El anticristo en el AT Tipos del anticristo que se revelan durante el período bíblico son:
La serpiente en Edén que engañó al hombre y que trató de corromper el orden divino (Gn. 3)
Nimrod, el gobernante blasfemo que intentó usurpar el culto divino (Gn. 10:8)
Amalec, el hijo de Esaú (Gn. 36:12) cuyo descendiente se opuso a Israel en el desierto (Ex. 17: 8 - 16)
Balaam, el profeta extranjero que se opuso a Israel (Nm. 22 - 24)
El faraón del Éxodo que oprimió a los israelitas en Egipto (Ez. 1:11) y cuyo nombre no se da en las Escrituras, quizá para destacar su papel como adversario de Dios
El rey asirio Senaquerib, que oprimió al reino del norte y que con arrogancia intentó la toma de Jerusalén (2 R. 18:13)
El rey babilonio Nabucodonosor, que destruyó el templo en Jerusalén, persiguió a Israel en el exilio y usurpó la soberanía divina (2 R. 24:13 – 14)
Los tipos más desarrollados aparecen en el gobernante blasfemo en Daniel, designado como el cuerno pequeño que guerrea contra los santos t que es destruido por el “Anciano de días” (Dn. 7:8, 21);
el rey malvado y tiránico (Dn. 8:11 - 14)

En el Nuevo testamento La imagen que da Juan del anticristo es la de un gobernante mundial (Ap. 12:1, 4,7) cuya posición política es tan dominante que invade el ámbito religioso (Ap. 13:15). Esto es conseguido para el anticristo por una figura religiosa diabólica que Juan presenta como la segunda bestia, y que es un anticristo inferior. Es un duplicado del anticristo como la primera bestia (Ap. 13:12), pero inferior a él, presentando sólo dos cuernos en comparación con los diez de éste (Ap. 13:11) En contraste con la primera bestia que sube del mar, la segunda bestia sube de la tierra (Ap. 13:11). Estos términos en contraste son indicativos del origen de las dos bestias. El mar puede ser símbolo de los gentiles (Ap. 17:15), y si es el caso aquí, el término opuesto, la tierra, es símbolo de los judíos.

Hay precedentes para el origen gentil del anticristo en las alusiones en el Antiguo Testamento, y la identificación judía puede quedar fortalecida aquí si “la tierra” tiene el sentido técnico de “país”, o “la tierra [de Israel]” como puede suceder a veces en Apocalipsis (11:18). Aunque la mayoría de los intérpretes premilenarista han aceptado el punto de vista de que el origen geográfico del anticristo es Europa como un Imperio Romano reavivado, basados en Daniel 9:26 con Roma en el fondo, se ha propuesto un origen medio-oriental, en base de que Asiria es el [reino] “muerto” de Apocalipsis 13:3, que es reavivado como Irak.

La segunda bestia actúa como lugarteniente del anticristo en el ámbito religioso y duplica las señales milagrosas de los profetas y falsos cristos a lo largo de la tribulación (Mt 24:10, 24) para preparar el mayor engaño de la segunda bestia (Ap. 13:13) como el superlativo falso profeta (Ap. 13:14). Este posee una autoridad falsa pero subordinada, como la de la primer bestia (Ap. 13:4, 12), razón por la cual es designado como una segunda bestia. En esta posición, impulsa el culto universal del anticristo (Ap. 13:16), que aparentemente reclamará para este tiempo la posición de la deidad (Ap. 13:4 -8).

En tanto que del falso profeta se dice que engaña a los moradores de la tierra, o gentiles (Ap. 13:12), también es descrito llevando a cabo señales que son peculiares de Israel (Ap. 13:12 - 15), también es descrito llevando a cabo señales que son peculiares de Israel (Ap. 13:12 - 15).

Debido a que estas señales incluyen la capacidad de restaurar a la vida, de hacer venir fuego del cielo y de crear, sus acciones recuerdan en particular las del profeta Elías (1 R. 17:14 – 16). Esto podría implicar que l falso profeta actuará a semejanza de Elías (Mal. 3:1 - 2) como precursor mesiánico que proclamará al anticristo como Mesías; sin embargo, el anticristo recibe culto como un dios exaltado sobre todos los otros dioses (Ap. 13:4), por lo que es probable que el falso profeta sea para Israel también un falso mesías, que lleve a cabo las esperadas señales mesiánicas (Is. 35:5) para confirmar y exaltar la posición suprema del anticristo a través de su falsa relación dios/profeta (Jn. 5:36). Esta posición mesiánica falsa se corresponde con su descripción de tener cuernos como cordero (probablemente una falsificación de la naturaleza mesiánica (Ap. 5:6) aunque hablando como un dragón (capacitación satánica) El destino eternal del anticristo es el lado de fuego (Ap. 19:20), dispuesto especialmente para el castigo de Satanás y del orden angélico (demoníaco) rebelde (Mt. 25:41) con quienes han echado su suerte.

La bestia y el falso profeta son lanzados al lago de fuego a la conclusión de la batalla de Armagedón (Ap. 20:20), pero Satanás es encadenado hasta el final del milenio (Ap. 20:1 – 3, 7), cuando es derrotado y es reunido con su trinidad satánica en una condenación eterna (Ap. 20:9 - 10). La sobria advertencia para los no salvos y para lo que acepten la marca del anticristo durante la tribulación es que compartirán el destino eterno del anticristo en el lago de fuego (Ap. 20:13 - 15).

Once elementos claves del arrebatamiento:
La resurrección. Aunque la resurrección se menciona en pasajes acerca de la Segunda Venida, estos versículos contienen ciertos elementos especiales cuando profetizan acerca de los que saldrán del sepulcro (1 Co 15:23)
Esperanza y consolación. Hay algunos pasajes que dan esperanza y consolación particulares porque los creyentes en Cristo serán arrebatados para ir al hogar en el cielo con su Señor (Jn. 14:1 - 3)
Cambio. Se da un nuevo cuerpo a los que son resucitados, así como a aquellos que están vivos y que serán repentinamente transformados para que puedan ir al hogar para estar con el Señor en el cielo. (1 Co 15:51 – 51)
Regreso al cielo. (Fil 3:20)
Llevados directamente por el Señor mismo, o, contemplando a Cristo en su venida (1 Ts. 1:9b – 10)
Su pueblo vive de manera diferente a otras personas debido a que Él viene (1 Ts. 5:1 - 11)
Inminencia. Los pronombres nosotros, vosotros y nos prueba de que el arrebatamiento podría haber tenido lugar en la propia generación de Pablo (1 Co 15:51 – 52)
El término parousía se emplea para describir el arrebatamiento (1 Ts. 2:17 -19)
Otras expresiones para la venida (Jn. 14: 1 - 3)
Ser llevados al Padre (Jn. 14: 1 - 3)
Los que están en Cristo, o alusiones a la iglesia (1 Ts. 2:17 - 19)

Esperanza y consolación
¡A Casa!
Esperando con paciencia
Rescatados de la ira que ha de venir
Nuestra esperanza cuando venga
Consolándose unos a otros
El día del Señor no ha llegado
La resurrección de Cristo da esperanza
Grandes expectativas
Teniendo confianza cuando venga

El cambio
La reunión con el Señor en el aire
Vivir juntamente con Él
Los que son de Cristo
Conformación de nuestros cuerpos
Ser como Jesús

Un regreso al cielo
A la casa de mi Padre
Rescatados de la ira
Llevados ante el Padre
Siempre con el Señor
Reunidos a Él
Ciudadanía en el Cielo

Llevados directamente al Señor, al Señor o Cara a cara de manera íntima con Cristo en su venida
Donde Jesús está, estamos nosotros
Esperando al Hijo de Dios
El juez está acercándose
Jesús que nos arrastra fuera
Arrebatados

Su pueblo vive de manera diferente
No os quejéis los unos contra los otros
No durmáis, sed sobrios
Vivir sin mancha
La esperanza bienaventurada y la vida cristiana
No retraerse

Otras expresiones para la venida
“Volveré”
El Señor desciende del cielo
Reunidos juntamente arriba hacia Él
La esperanza bienaventurada y la manifestación

DANIEL. SETENTA SEMANAS DE INTERPRETACIÓN DISPENSACIONALISTA La profecía de Daniel de las setenta semanas (Dn. 9:24 - 27) forma parte de la división de su libro (caps. 7 - 12) que registra visiones de futuros reinos terrenales (tanto humanos como divino). En el capítulo 7, el arcángel Gabriel explica a Daniel que se precisa de setenta semanas para cumplir la petición que Daniel ha hecho acerca de la restauración de Israel (v. 3 - 19). La oración de Daniel se había basado en su observación (v 2) de la profecía de los setenta años en Jeremías 25:11 – 12; 29:10.

A Daniel se le dan seis metas restauradoras que serán cumplidas durante las setenta semanas (Dn. 9:24), y que el resto del capítulo 9 bosqueja en acontecimientos que se desarrollarán en la posterior historia de Israel. El dispensacionalismo se une a la mayor parte de la erudición cristiana en mantener que las setenta semanas han de se interpretadas como setenta semanas de años. Este período resultan de de 490 años (70 x 7) se distribuye, según el texto (v. 25 - 27) en períodos de siete semanas (49 años), setenta y dos semanas (434 años), y una semana (7 años). El dispensacionalismo concuerda también con la mayoría de la erudición evangélica en interpretar el contexto del pasaje como mesiánico, y que la venida del Mesías tiene lugar después de las setenta y nueve semanas (esto es después de las siete semanas + las setenta y nueve semanas =483 años). Sin embargo, el dispensacionalismo (clásico) difiere en cuanto a que interpreta la septuagésima semana de Daniel (v. 27) como futura.

Con el rechazo por Israel del Mesías y habiendo tenido lugar su muerte después de la semana sexagesimonovena (v. 26), el cumplimiento de los seis objetivos de restauración para Israel (v. 24) queda para la septuagésima semana. Si la septuagésima semana sucede a la sexagesimonovena inmediatamente en lo histórico, entonces la esperada restauración tiene que se aplicada espiritualmente a la iglesia como un nuevo Israel. Los seis objetivos de la restauración expuestos en la profecía de Daniel de las setenta semanas (v. 24) pueden tener un cumplimiento cercano en la experiencia de la nación (el advenimiento redentor del Mesías), pero deben esperar al futuro (el advenimiento restaurador del Mesías) para su cumplimiento completo.

El aplazamiento que se comprende entre los versículos 26 y 27 es la consecuencia de un cumplimiento parcial y completo en el programa mesiánico. La primera fase del programa mesiánico consiguió la redención espiritual para el Israel étnico en el primer advenimiento (Mt. 1:21). El rechazamiento nacional del Mesías (Mt. 23:37), en tanto que cumplió la promesa de la inclusión gentil (Hch. 15: 14 - 18), demandaba una segunda fase del programa mesiánico para aplicar la redención espiritual nacionalmente a Israel (Hch. 3:18 - 21) y para completar la promesa de la restauración nacional (Mt 23:39), que se cumplirá en la Segunda Venida (Zac. 12:10) El punto de vista dispensacional depende de la validez de interpretar la septuagésima semana escatológicamente. Esto queda justificado por la presencia de numerosos marcadores de tiempo escatológico, como fin, hacer cesar, hasta y un fin determinado.

Estos términos indican que esta sección pertenece al mismo período escatológico, designado posteriormente en Daniel como el tiempo del fin (Dn. 12:4, 9, 13). Esta identificación queda potenciada por los conceptos paralelos en los capítulos 9 y 12. Ejemplo:
Oración pidiendo entendimiento (Dn. 9:2 / 12:8)
Desolaciones del pueblo judío (Dn. 9:27/ Dn. 12:7)
Un período de tres años y medio (Dn. 9:27/ 12:27)
La abolición del sacrificio (Dn. 9:27/ 12:11)
La abolición desoladora (Dn. 9:27/ 12:11)

Así, la oración de Daniel por un fin al exilio se cumplirá en la edad escatológica cuando se cumplirán todos los elementos de su petición. Una confirmación adicional del aplazamiento de la septuagésima semana y de la existencia de un período parentético de la historia que involucra un adicional exilio y persecución del pueblo judío la sustenta el uso que hace el NT de la profecía de las setenta semanas. La secuencia de los acontecimientos del discurso del Monte de los Olivos y de la sección de juicios del libro de Apocalipsis (cap. 4 -19) revelan una dependencia estructural de la profecía de las setenta semanas.

RESTAURACIÓN DEL PUEBLO DE ISRAEL(Ez: 16 – 38) La promesa de restaurar Israel a la tierra está relacionada con la santidad de Dios; por cuando Yahweh tiene cuidado por la integridad de su nombre, Él restaurará a Israel a la tierra como testimonio de las naciones. El Señor actuará a favor de su propio nombre y no debido a ningún derecho que Israel puede tener sobre Él (Is. 48:11). El acto poderoso de devolver a Israel a la tierra demostrará ante las naciones el poder del Señor, y con ello manifestará su santidad. El futuro regreso de Israel a la tierra estará marcado por la conversión espiritual, descrita en lenguaje figurado (Ez. 36: 25 - 32). El Señor rociará agua limpia sobre la nación, lo que sugiere la conversión y el perdón de la nación (Sal. 51:4, 9).

Esto también se ve en que Israel recibe un nuevo corazón. La eliminación del corazón de piedra indica que se eliminan la rebelión y la terquedad, lo que capacita a la persona para amar a Dios (Dt. 6:5). En aquel día futuro, Israel también recibirá también el Espíritu Santo. En tanto que el Espíritu Santo fue dado en Pentecostés, lo que es un acontecimiento irrepetible, el Espíritu Santo será recibido por Israel en su conversión al final de la edad (Ez. 37:14). El resultado será que Israel andará en conformidad a la ley de Dios, lo que posibilitará que la nación viva en la tierra (Ez. 36:28) mientras que gozará de la prosperidad enviada desde el cielo (Ez. 36:29 - 30).

La productividad sobrenatural durante el milenio es un tema recurrente en los profetas El profeta compara la pasada desolación de la tierra con la prosperidad del milenio (Ez. 36:33 - 36). Cuatro veces en 36:34 – 36 el texto hebreo resalta: “la tierra asolada.” Pero en la edad milenaria será asemejada al huerto del Edén (36:35).La restauración y la prosperidad de Israel será testimonio a las naciones de que Yahweh es quien está tras la renovación de Israel. En aquel día futuro no habrá exterminio; Israel dejará de experimentar persecución y muerte a manos de sus enemigos; bien al contrario, la población de Israel se multiplicará como rebaños.

Jerusalén se llenara de personas como los rebaños de ovejas que llenaban la ciudad en los días de fiesta (Mi 2:12) Restauración del pueblo como una sola nación (Ez 37: 1 - 28) En una de las más gráficas y gloriosa imágenes en el Antiguo Testamento, Ezequiel contempla la restauración de Israel y de Judá unidas como una sola nación (Ez 37:16- 19), de vuelta a su tierra prometida (Ez 37:12 – 14, 21), regenerada () 37:14 y bajo el gobierno del Mesías (37:24 - 25) En la visión de Ezequiel del valle de los huesos secos, el profeta contempla la restauración de Israel a la tierra en lenguaje visionario.

El contexto del libro de Ezequiel, 33 – 39, exige que estos versículos se refieran al regreso de Israel a la tierra en la edad mesiánica. Relacionar esos versículos a cualquier otra cosa que a la futura restauración de Israel manifiesta una deserción de la apropiada hermenéutica bíblica. El tema del libro de Ezequiel es el juicio y la futura restauración de Israel; un tema común en los profetas. Relacionar estos versículos con la iglesia es algo totalmente carente de justificación. En una visión similar a 8:3 y 11:5, 24, Ezequiel fue arrebatado y llevado a un valle lleno de huesos secos (37:1 - 10).

El valle se parecía a un antiguo campo de batalla con los huesos de los muertos esparcidos por el campo. Los huesos representan muerte, mientras que el énfasis en su sequedad, “seco en gran manera”, resalta una muerte acaecida mucho tiempo atrás. “¿Vivirán estos huesos?” Después de tantos años, ¿pueden ser reavivados los muertos? La respuesta reside en el poder de Dios (Dt. 32:38). Dios manda a Ezequiel que profetice sobre los huesos anunciando que Él haga que entre aliento en ellos, dándoles vida. Al profetizar Ezequiel, los huesos se reunieron milagrosamente precisamente con los huesos correspondientes, y los huesos se fueron cubriendo de tendones, carne y piel (Ex. 37:8). Luego Dios sopló en ellos el aliento de vida. Pero, ¿cuál es el significado de los huesos? Ezequiel identificó claramente el significado de la visión: “todos estos huesos son la casa de Israel… os traeré a la tierra de Israel” (Ez. 37:11 - 12). La interpretación es clara: pertenece a la nació de Israel y a su futura restauración a la tierra. Esta profecía del futuro de Israel se relaciona tanto con la restauración futura de Israel a la tierra como a la futura regeneración de Israel (Ez. 37:14; 36:25 – 27; 39:29; Jl. 2:28-; Is. 32:15). Una vez más, el uso normal del lenguaje referido a la “Casa de Israel”, “tierra de Israel“, “mi Espíritu en vosotros” y “os haré reposar sobre vuestra tierra” prohíbe una interpretación amilenarista que aplique estos versículos a la iglesia. Si el lenguaje significa algo, estos versículos hablan de una conversión espiritual futura del pueblo judío y de una restauración física a la tierra con las bendiciones milenarias que acompañan esto.

La restauración de Israel como nación se detalla más en Ez. 37: 15 y siguientes. En la parábola dramatizada de los dos palos, un palo era por Judá, en representación del reino meridional; el otro palo era por José y Efraín, en representación del reino septentrional. El significado de la parábola dramatizada se explica llanamente: “Yo tomó a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron, y los recogeré de todas partes, y los traeré a su tierra” (Ez. 37:21). Bajo el Mesías, los israelitas serán unidos como una nación (Ez. 37:22). Una vez más se reafirma que volverán a la tierra en condición convertida, porque en aquel día Israel será purificado de la idolatría (Ez. 37:23) y serán pueblo de Dios. Cunado Israel sea convertido y restaurado a la tierra, “mi siervo David será rey sobre ellos” (Ez. 37:24).

Ésta es probablemente no una referencia al David resucitado, sino más bien un título del Mesías. También es designado como “Mi siervo”, y como “un solo pastor” bajo cuya autoridad estará todo Israel. El Mesías gobernará como rey sobre Israel en el Milenio, y Él será también el pastor de ellos. En aquel tiempo, poseerán la tierra prometida a los patriarcas en el incondicional pacto abrahámico (Gn. 12:1 - 3). El texto también resalta lo permanente del establecimiento de Israel. Los israelitas habitarán en la tierra para siempre (Ez. 37:25); el Mesías será el rey de ellos para siempre (Ez. 37: 26, 28). En aquel tiempo Israel gozará de un pacto de paz con Yahweh porque se cumplirán los incondicionales pactos con Israel (pacto abrahámico Gn. 12:1 – 3; Pacto palestino Dt. 30; pacto davídico 2 S. 7: 12 – 16; Nuevo pacto Jer. 31:31 - 34) DIVERSOS JUICIOS El juicio de la cruz Según Juan 12:31 – 33, el juicio en la cruz tiene el carácter de un juicio final. Resolvió la cuestión del pecado (Jn. 19:30); tuvo lugar al final de las edades (Hch. 9:26 - 28); y selló la sentencia tanto de Satanás como del mundo. “el creyente ha estado ante el tribunal, ha sido condenado, sentenciado y ejecutado en la Persona de su Sustituto, el Señor Jesucristo” (Jn. 5:24).

Así, la cruz se levanta como la suprema prefiguración de todo juicio final, porque revela el justo juicio de Dios (Ro. 3:25) y clasifica a la humanidad en dos categorías (Jn. 3:14 - 18) El juicio en el arrebatamiento Inmediatamente después del arrebatamiento (de los santos de la tierra), la iglesia (compuesta de todos los verdaderos creyentes) comparecerá en el cielo ante lo que se describe en Romanos 14:10 y 2 Corintios 5:10 como el “tribunal de Cristo”. El hecho de que Apocalipsis 19:8 presenta a la esposa de Cristo, la iglesia, como ya recompensada cuando Él regrese a la tierra en su segunda venida indica que este acontecimiento será posterior al arrebatamiento pero anterior a la Segunda Venida. El término griego bema, que e usa para describir este juicio, describe un estrado o plataforma elevada donde se sienta un juez para decidir un caso. (Ej. Mt 27:19).

Los griegos empleaban el mismo término para designar la tarima sobre la que tenía su asiento un juez o árbitro durante los juegos ístmicos u olímpicos de Corinto. Aquí los ganadores de los varios eventos atléticos recibían sus recompensas. Es indudable que el apóstol tenía una escena así en mente al usar la frase “el tribunal de Cristo”.

Así los contextos y el transfondo histórico del término implican que el bema es para los creyentes un lugar y templo de recompensas, no de castigo. Tanto Romanos 14:10 – 12 como 1 Corintios 3:10 – 4:5 sustentan este punto de vista. Son aquellos que han edificado sobre el fundamento de Jesucristo (los creyentes de la edad de la iglesia) los que comparecerán ante este tribunal. No habrá presente ningún inconverso, como tampoco ningún santo del AT. El juicio en la Segunda Venida El juicio de Israel (el pueblo judío). Este juicio al final de la tribulación, que se describe en Ezequiel 20:34 – 38 y se ilustra en Mateo 25: 1 – 30, tiene que ver con los supervivientes judíos que han sido recogidos de toda la tierra a la tierra de Israel después de la victoria de Cristo sobre sus enemigos en Armagedón. Las parábolas de las diez vírgenes y de los talentos (Mt. 25:1 – 13; 14 - 30) ilustran este acontecimiento. Este juicio determinará quién tiene derecho a entrar en el reino mesiánico. Los justos de Israel (los que den evidencia de fe en Cristo) entrarán en el reino para experimentar la fidelidad de Dios a su pacto con la nación. Los que se demuestren infieles a Cristo (los rebeldes) serán separados y echados a las tinieblas de afuera (Mt. 25:30). Debido a que Israel fracasó en el papel que tenía asignado como luz de Dios para el mundo gentil, Dios prometió que resplandecería otra Luz para los gentiles (Is. 60:1 - 3).

En tanto que Cristo vino como la verdadera luz (Jn. 1:9) en cumplimiento de la profecía de Isaías, Dios pondrá aparte a Israel una vez más durante la tribulación como su luz al mundo (Ap. 7:1 -8). Así, en la segunda venida de Cristo, se juzgará la fidelidad individual a aquella misión. Los creyentes judíos que entren en el reino en sus cuerpos terrenales estarán entre los primeros en repoblar la tierra durante el reinado milenario de Cristo. El juicio de los gentiles Este juicio tendrá también lugar al final de la tribulación (Jl. 3:1 - 2) en un lugar cercano a Jerusalén, el valle de Josafat. Esos son los sobrevivientes gentiles de la tribulación que serán juzgados por su trato de Israel (probablemente de los 144.000 señalados de Ap. 7) durante aquel terrible período. Esos pueden ser los “hermanos” a que se hace referencia en Mateo 25:40.

Los gentiles justos se harán evidentes, porque cualquiera que trate a un judío con bondad, especialmente durante los últimos tres años y medio de la tribulación, lo hará sólo a causa de un corazón redimido. Por cuanto el gobierno del reino del Mesías será sobre Israel y las naciones gentiles, y por cuanto ninguno de los no salvos entrará en el reino, habrá una separación de los salvos (las ovejas) de los inconversos (las cabras), que serán asignados al castigo eterno. Este juicio de personas individuales de las naciones (Mt. 25:32), no un juicio de entidades nacionales. El juicio de los santos del AT y de la tribulación Este juicio (Dn. 12:2 -3; Mt. 16:27) tendrá lugar también a la conclusión del período de la tribulación. Tanto los santos del AT como los de la tribulación serán levantados de los muertos y recompensados. Apocalipsis 20:4 – 6 describe esto como la primera resurrección. Algunos han encontrado esto como conducente a confusión, porque muchos creyentes ya habrán resucitado para el tiempo del arrebatamiento siete años antes. Sin embargo, la “primera resurrección” es una referencia a una clase de creyentes resucitados y no a un punto cronológico.

La primera resurrección incluye a aquellos que recitan para vida eterna (Jn. 5:29) Los juicios que siguen al reino milenario El juicio de Satanás El juicio de Satanás fue sellado eternamente en la cruz. No obstante, no es sino hasta después de ser suelto por un tiempo al final del reinado milenario de Cristo, para una última oportunidad de engaño y rebelión, que será echado al lago de fuego donde estarán ya la bestia y el falso profeta, para padecer el tormento eterno (Ap. 20:7 - 10).

Aunque éste es el último juicio de Satanás, otras etapas de juicio preceden a su suerte final. A la mitad de la tribulación es echado fuera del cielo y confinado a la tierra (Ap. 12: 7 – 12). Luego, al final del reino milenario de Cristo ha de ser encadenado y echado al abismo (Ap. 20:1 - 3) El juicio de los ángeles caídos El juicio de los ángeles caídos tendrá fin cuando ellos, junto con Satanás, serán juzgados por los creyentes (1Co. 6:3) y por Cristo (Mt. 25:41) y sean echado al lago de fuego. Judas 6 – 7 y 2 Pedro 2:4 revelan que antes de este tiempo muchos de los ángeles que inicialmente se unieron a Satanás en su insurrección (Ap. 12:3, 4) fueron echados al abismo (el Tártano) para ser confinados hasta su juicio final.

Otros han estado en libertad bajo la dirección de Satanás, sirviendo como malvados emisarios suyos o demonio que guerrean contra Cristo y sus siervos (Mt. 12: 24 - 27) El juicio de los muertos no salvos Este juicio tendrá lugar al concluir el reino milenario de Cristo pero antes que comience el estado eterno. En este tiempo, los incrédulos de todas las edades serán resucitados para que comparezcan ante el gran trono blanco (Ap. 20:11 -15), cuando acudirán ante el Señor Jesucristo (Jn. 5:22). En contraste con los creyentes que son llamados “los muertos en Cristo”, esas personas son designadas como “muertos”.

No habrá necesidad de separar lo creyentes de los incrédulos, porque todos los que comparezcan al juicio aquí habrán decidido durante sus vidas rechazar a Dios y a su Cristo. En tanto que el Libro de la Vida sea abierto en el juicio del gran trono blanco, no dará los nombres de los que están siendo juzgados. Los juzgados en ese tiempo lo serán en base de los libros de obras que contienen evidencia indiscutible de que merecen con justicia la condenación eterna por su incapacidad de ajustarse a una norma divina de la santidad. Puede que esos libros también utilizados para establecer grados de castigo.

La suerte última de los no salvos es la de se echados al lago de Fuego. Esto recibe el nombre de “la muerte segunda” El juicio de los cielos y la tierra que ahora son Este juicio es anunciado en varios pasajes de las Escrituras (Ej. Mt. 24:35; Ap. 20:11), mientras que es descrito específicamente en 2 Pedro 3:10. Esta destrucción es necesaria por dos razones: la presencia del pecado en el universo y los efectos residuales de la maldición puesta sobre la creación.

En tanto que algunos teólogos mantienen una renovación de los cielos y de la tierra, y otros una recreación, está claro que los nuevos cielos y la nueva tierra exhibirán un glorioso contraste con el primer cielo y la primera tierra (Ap. 21:1 - 4). PACTOS PACTO ABRAHÁMICO El pacto de Dios con Abraham es expuesto e inaugurado en Génesis 12:1 – 3. Es posteriormente reiterado en Génesis 13:14- 17, ratificado en Génesis 15 y definido en Génesis 17.

Es de nuevo reiterado en Génesis 22:15- 18. En cada caso, se dan mayores precisiones. Más adelante es confirmado con Isaac (Gn. 26:3 - 5) y con Jacob (Gn. 28:13 - 15), y es posteriormente mencionado como pacto de Dios “con Abraham, Isaac y Jacob” (2 R 13:23) Concepto de pacto en las Escrituras Pacto significa un acuerdo o un contrato entre dos partes que obliga a una o a ambas partes a unas ciertas obligaciones y compromisos. Las Escrituras contienen muchos tipos de pactos que envuelven acuerdos legales entre naciones, individuos, reyes y sus súbditos, individuos y pequeños grupos, marido y mujer, y entre el pueblo y Dios.

Este último tipo de pacto puede ser indicado por el pueblo (2 R 11:17; .Esd. 10:2 - 3), o por Dios. El pacto abrahámico es un pacto divino en cuanto que fue iniciado por Dios. Las formas del pacto bíblico se asemejan de una manera casi exacta a las formas de los tratados hititas, específicamente al tipo entre soberano y vasallo. Los textos de los pactos bíblicos contienen generalmente unos componentes similares a los textos de los tratados hititas, como un preámbulo, prólogo histórico, disposiciones, reglas acerca del depósito y de la lectura del texto, invocación de testigos, bendiciones y maldiciones y la celebración de un rito como ratificación. Un pacto era a la vez solemne y vinculante.

El honor del hombre, incluso su vida, entraba en juego en la concertación de un pacto. Así para Abraham y la gente de su tiempo, el concepto de pacto era bien comprendido, formalizado, solemnemente importante e irreversiblemente vinculante. Un pacto bilateral era vinculante para ambas partes; las dos partes quedaban obligadas a unas garantías específicas.

Un pacto unilateral era vinculante sólo sobre una de las partes, la que presentaba la garantía. El pacto abrahámico es un pacto unilateral, un pacto divino en el que Dios solo se compromete a un curso de acción por medio de Abraham y de su simiente, curso irreversible (pues en caso contrario Dios sería hallado mentiroso) y no puede quedan anulado por ningún incumplimiento de Abraham ni de su simiente, porque la existencia y continuidad del pacto depende no de la fidelidad de Abraham o de su simiente, sino sólo de Dios.

Importancia del Pacto Desde un punto de vista interpretativo, el pacto abrahámico es el acontecimiento simple más importante del Antiguo Testamento. Es lo que rige todo el programa de Dios para Israel y las naciones, y por ello es determinante del programa de Dios en la historia. El pacto abrahámico es fundamental para todas las escrituras. Es la clave tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo y es fundamental para todo el programa de redención. Toda revelación posterior es el desenvolvimiento de este pacto. Este pacto, y el posterior marco de los pactos, es la clave para la comprensión de las Escrituras. La esencia del pacto de Dios con Abraham se compone de tres aspectos básicos:
La tierra,
la simiente
la bendición

Cada uno de los pactos divinos que siguen son los resultados que se desprenden del pacto abrahámico;
El pacto palestino (Dt. 28 – 30) amplía el aspecto de la tierra del pacto abrahámico
El pacto davídico (2 S 7:8 - 17) amplía el aspecto de la simiente
El nuevo pacto (Jer. 31:27 – 37) amplía el aspecto de la bendición

De modo que el pacto abrahámico es la cabecera de la que manan todos los demás. El pacto abrahámico, así, es determinante para todos los resultados que se desprenden del programa de Dios tanto para Israel como para las naciones, y es la clave de la escatología bíblica. El pacto abrahámico es de hecho la piedra angular del premilenarismo.

Lo que está en debate es si el pacto debe ser comprendido literalmente. Una interpretación literal demanda la perpetuación del Israel nacional y su restauración a la tierra en bendición y su posesión eterna. Trasfondo del pacto En tiempos de Abraham, la maldad había vuelto a extenderse por la tierra. Taré, el padre de Abraham, era un idólatra (Jos. 24:2), y es de suponer que también lo era Abraham. De nuevo fue precosa la intervención divina. En lugar de destruir los malvados como antes. Dios escogió a Abraham y lo sacó de una tierra idolátrica para edificar una nueva nación mediante la que daría bendición a todo el mundo. A fin de tratar de manera exclusiva con Abraham, Dios tuvo que separarlo de su familia y de su medio. Así, dio una orden triple a Abraham. Él debía de abandonar:
Su país
La casa de su padre
Sus parientes (Gn. 12:1)

Obedeciendo el primero de estos mandamientos, Abraham dejó su país, Ur de los caldeos. Llegó hasta Harán y se estableció allí. Y allí permaneció hasta que su padre murió. No es seguro por qué se llevó a su padre y por qué se quedó en Harán. Pero es significativo que Dios no volvió a aparecerse a Abraham hasta que Abraham hubo cumplido la segunda parte de las instrucciones de Dios, la de dejar la casa de su padre (se debería observar que en Génesis 12:1 – 3 constituye un paréntesis a la narración).

No es hasta que Abraham se separa de Lot (su sobrino), cumpliendo así la última parte de las instrucciones de Dios, que Dios se aparece por tercera vez a Abraham (Gn. 13:14) y le reitera las promesas iniciadas en 12:1 – 3 Esas nuevas promesas habrán de ser cumplidas por medio de un pueblo enteramente nuevo. Dios no adoptó una familia ni trató con ninguna tribu existente. Dios alteró radicalmente la vida de un hombre, Abraham, apareciéndole a él (Hch. 7:2) y llamándole para que fuera el “padre” de un nuevo pueblo, un pueblo escogido, el pueblo de Dios.

Dios se reveló de tal manera a Abraham que cuando Dios le hizo una promesa, Abraham creyó que Dios la cumpliría y que sería fiel a su palabra. En tanto que los movimientos de Abraham de retirada física, desde lo general (tu país) hasta lo específico (la casa de tu padre) son geográficamente históricos, quizá presentan sobre tonos espirituales de una retirada espiritual que comienza en la periferia y que concluye con lo más íntimo. Dios llama a Abraham a separarse (físicamente) de todo aquello que conocía (país, parentela, la casa del padre) y a apartarse espiritualmente (de toda idolatría anterior) para ser sólo para Dios.

La iniciación y la promesa del pacto En Génesis 12:1 – 3 se inicia el pacto y se establecen las promesas. El uso de la vav disyuntiva hebrea no secuencia en 12:1 indica que esa sección es un paréntesis epexegético que vincula 11:32 con 12:4 (esto es, explica por qué Abraham había emprendido el viaje desde Ur [11:31] hasta Canaán). Dios se le había aparecido en Ur (Hch. 7:2) y le había hecho las promesas como se enuncian en 12:1 -3, promesas anteriores a 11:31. Tres importantes aspectos de la promesa que deberían distinguirse con sumo cuidado son el contenido, los receptores y los beneficiaros de la promesa. El contenido de la promesa es triple:
Se hicieron promesas tocante a la tierra
A la simiente
A la bendición (hasta ahora sin especificar).

El receptor de la promesa fue Abraham solo (en este punto), aunque se dice que los beneficiarios son el mismo Abraham, su simiente (descendientes) y todas las familias de la tierra (12:1 – 3). Más adelante, la promesa es extendida a
Isaac (17:19),
Jacob (28:13 - 15)
Y a los hijos de Jacob (28:14) como receptores de las promesas del pacto por medio de los cuales se cumplirían dichas promesas.

Naturaleza del pacto El pacto abrahámico ha de ser considerado como incondicional por las siguientes razones:
El pacto es posterior a la promesa. Esto es todas aquellas condiciones adjuntas al pacto y que lo constituyeran en un pacto bilateral (y no había ninguna) serían inválidas debido a que la promesa vino antes de la ratificación del pacto


El pacto es unilateral en cuanto que Dios sólo está ligado por las obligaciones del pacto. No se impusieron condiciones de ninguna clase sobre Abraham en el contexto de su ratificación (Gn. 15:9 - 12). De hecho, Abraham es excluido de pasar entre las piezas de los animales en la ratificación formal de este pacto. Sólo Dios pasó a través de las piezas de los animales (Gn. 15:17), obligándose eterna e irrevocablemente a su promesa a Abraham. Dios confirmó de esta manera su juramento a Abraham mediante un pacto de sangre. Esto significa que sólo Dios podría quebrantar el pacto porque sólo Dios está obligado por el pacto. Así, la existencia y continuidad de este pacto no depende de compromisos de ambas partes (Dios y Abraham), sino sólo de parte de Dios.
Se dice de modo expreso que es eterno y por ello mismo incondicional (Gn. 13:15; 17:7)
Es reiterado y confirmado a Abraham, Isaac, Jacob y a la nación de Israel después de repetidas desobediencias por parte de cada uno de ellos.
El pacto palestino y el pacto davídico se basan en el pacto abrahámico. Si el pacto abrahámico, que da el derecho a la tierra, fuese anulado, esos pactos serían superfluos.
Toda la historia de Israel, tanto en el AT como en el NT (y más allá) confirma la incondicionalidad del pacto. El cumplimiento histórico literal del desarrollo de este pacto en parte exige el cumplimiento literal de aquello que todavía queda por cumplir.

Hay sin embargo un elemento condicional de este pacto. Desde una perspectiva divina, este pacto es incondicional en cuanto a que Dios cumplirá sus promesas. La desobediencia no anula el pacto. Pero sí determina si un individuo o una generación de individuos tiene derecho a las bendiciones del pacto.

Cualquier miembro de la comunidad del pacto podría perder su parte en las bendiciones del pacto, pero no aquello que pertenece a su simiente o sucesores para la eternidad. La condicionalidad no pertenece a la promesa divina, sino a los participantes que se beneficiarían de ella. Esto es evidente en la narración de la temprana experiencia de las primeras dos “generaciones” de Israel. Debido a que la primera generación de Israel (redimida de Egipto) no quiso creer en Dios en Cades-barnea, aquella generación murió (Nm. 14:20). Luego, introdujo a sus hijos en la tierra. Los hijos fueron asimismo advertidos de las consecuencias de la desobediencia. Ellos también podrían perder sus bendiciones en la tierra si no obedecían.

Ratificación del pacto (Gn. 15) Inmediatamente después del rescate de su sobrino Lot de manos de Quedorlaomer y de los reyes aliados con él, Abraham rechaza los despojos de la victoria que le ofrece el rey de Sodoma. Aunque hecho con intención recta (Gn. 14: 22 - 23), aparentemente Abraham comienza a cuestionar la prudencia de su decisión (Gn. 15:1 - 3). Como respuesta a la vacilante fe de Abraham, Dios reitera su triple promesa a Abraham tocante a la tierra, a la simiente y a la bendición. Invirtiendo el orden, Dios asegura a Abraham que en lo que atañe a bendición, su recompensa será muy grande (Gn. 15:1); en cuanto a la simiente, será con su propio cuerpo el progenitor de innumerables descendientes (Gn. 15:4 - 5); y por lo que respecta a la tierra, Abraham la poseerá (Gn. 15:7) Cuando Abraham pide seguridades acerca de su posesión de la tierra (Gn. 15:8), Dios confirma su promesa con un pacto de sangre (Gn. 15:8 - 21).

Por cuanto sólo un animal era necesario para un pacto de sangre, la multitud de animales aquí resalta la solemne importancia de este pacto. Normalmente, en la ratificación de un pacto de sangre, ambas partes pasarían entre los trozos del animal obligándose mutuamente en un pacto inalterable. Pero aquí se hace caer a Abraham en un profundo sueño (Gn. 15:12), y Dios solo pasa entre las piezas de los animales (Gn. 15:17). Así Abraham viene a ser el receptor y beneficiario de este pacto divino, pero no un partícipe. Por tanto, la existencia y continuidad de este pacto no depende de Abraham.

Por cuanto Abraham no hizo (cortó) el pacto, no puede tampoco quebrantarlo. Dios solo participó en el juramento y en la ratificación, ligándose a una promesa inalterable y aun curso irreversible de acción. Así, se trata de un pacto unilateral, y es por ello mismo incondicional en cuanto a su eventual cumplimiento. Abraham y su simiente (sus descendientes físicos por medio de Isaac y Jacob), Israel, poseerán la tierra para siempre. Es importante observar la relación con la ratificación de este pacto que
Se establecen de manera específica los límites geográficos (Gn. 15:18 - 21)
El destino de la simiente de Abraham respecto a su servidumbre en Egipto y la liberación cuatrocientos años después no sólo se predicen, sino que se cumplen de manera literal. El cumplimiento literal de la predicha servidumbre y liberación de Israel y de la entrada de ellos en la tierra es un argumento a favor del mismo cumplimiento literal de la promesa por su posesión eterna de la tierra.

Señal del pacto (Gn. 17:1 - 27) Inmediatamente a continuación de la vacilación de Abraham en su fe (Gn. 16), Dios reitera de nuevo las promesas del pacto a Abraham (Gn. 17:1 - 8). Se identifica como “el Todopoderoso”, resaltando su capacidad para hacer lo que ha prometido (Gn. 17:1). El nombre de Abraham (padre, padre exaltado) es cambiado a Abraham (padre, padre de muchas naciones). Se instituye la circuncisión (Gn. 17:9 – 14) como señal del pacto abrahámico.

La circuncisión no tiene el objeto de constituir un nuevo y distinto pacto, sino ser señal del pacto abrahàmico ya existente. La observancia por parte del pueblo del pacto era indicación de la realidad de la fe de ellos, y los hacía designables para la bendición bajo los términos del pacto. Cuando un padre circuncidaba a su hijo, lo hacía por fe en las promesas del pacto y por deseo de la designabilidad de su propio hijo en el pacto. La circuncisión identificaba así a un pueblo que era designable para bendición. Pero la circuncisión, por sí sola, no garantizaba la bendición. Era necesaria la fe. Sin embargo, la ausencia de la circuncisión excluía con certidumbre a uno de la comunidad del pacto (Gn. 17:14).

La circuncisión de Ismael fue necesaria no porque fuese a ser el heredero del pacto por medio de quien iba a perpetuarse el pacto, sino sencillamente porque era un miento de la comunidad del pacto. La circuncisión, sin embargo, no aseguró la continuada designabilidad de Ismael en el pacto. Aunque circuncidado, es echado porque es infiel y hostil al pueblo del pacto. Cumplimiento histórico del pacto Muchas de las promesas hechas a Abraham han sido cumplidas en las historia, y ello de manera literal.

Abraham recibió abundantes bendiciones materiales y temporales. Poseyó tierra, siervos, rebaños y ganados, plata y oro. En lo espiritual, vivió una vida feliz de separación a Dios, de comunión con Dios (de él se dice que fue el amigo de Dios), fue sustentado por Dios y tuvo aquella paz y confianza que provienen de una vida obediente y dependiente de Dios. El nombre de Abraham fue también célebre (en su propio tiempo), e incluso en la actualidad es considerado como grande en las tres más grandes religiones del mundo (el judaísmo, el islam y el cristianismo).

Tuvo un heredero con Sara; tuvo una descendencia innumerable, y fue (y sigue siendo) un canal de bendición para otros (esto es, para su propia familia y casa, sus descendientes, y todo el mundo). Además, la historia ha confirmado las bendiciones y maldiciones del pacto abrahámico. Aquellas naciones que han perseguido y maldecido a Israel han sido maldecidas por Dios. Aquellas que han bendecido a Israel, han sido bendecidas por Dios. PACTO DAVÍDICO Son dos los pasajes principales que detallan la constitución del pacto davídico: 2 Samuel 7:11 – 17 y 1 Crónicas 17:10 – 15. En esos pasajes se concertó un pacto entre Dios y David, con David como la cabeza representante de la casa de David, o la dinastía davídica. Las disposiciones del pacto davídico Hay un total de siete disposiciones de este pacto.
Se le prometió a David una casa o dinastía eterna (2 S. 7:11)
Uno de los propios hijos de David, específicamente Salomón iba a ser establecido sobre el trono después de David (2 S. 7:12)
Salomón edificaría el templo (2 S. 7:13)
El trono del reino de David y de Salomón sería establecido para siempre (2 S. 7:13, 16). No fue el mismo Salomón que según la promesa sería establecido para siempre, sino más bien el trono sobre el que se sentaría.
Salomón sería disciplinado por la desobediencia, pero Dios no quitaría de él su misericordia (2 S. 7:14 - 15). Dios habría quitado a Saúl, pero Saúl no estaba bajo un pacto incondicional, y Salomón si
El Mesías procederá de la simiente de David (1 Cr. 17:11)
El trono, la casa y el reino del Mesías serán establecidos para siempre (1 Cr. 17:12 - 14)

Importancia La importancia del pacto davídico reside en que amplía el aspecto de la simiente del pacto abrahámico. Según el pacto abrahámico, el Mesías debía proceder de la simiente de Abraham. Esto sólo significaba que iba a ser un israelita, y que podría ser de cualquiera de las doce tribus. Posteriormente, en tiempos de Jacob, el aspecto de la simiente mesiánica quedó limitado: sólo podría ser un miembro de la tribu de Judá (Gn. 49:10).

Luego, el aspecto de la simiente quedó adicionalmente limitado a una familia dentro de la tribu de Judá: la familia de David. Luego se limitó adicionalmente, en Jeremías 22:24 – 30, donde se decreta que en tanto que el Mesías iba a ser de la simiente de David, quedaba excluido de la familia de Jeconías. Confirmación El pacto davídico es vuelto a confirmar en 2 Samuel 23:15; Salmo 89:1 – 52; Isaías 9: 6 – 7; Jeremías 23:5 -6; Oseas 3:4 – 5; Luchas 1:30 – 35; Hechos 15:14 – 18, entre otros. El pacto davídico, al ser incondicional, sigue estando totalmente en vigor. Su desenvolvimiento en esta edad Este pacto prometía cuatro cosas eternas, una de las cuales era el descendiente eterno.

El hecho de que el Mesías, el descendiente eterno, está ahora sentado a la diestra de Dios Padre, como el mismo David profetizó en Salmo 110:1, muestra que el pacto está todavía en actividad. En cumplimiento del aspecto de la simiente eterna del pacto davídico, Jesús recibe el nombre de hijo de David (Mt. 1:1; Lc. 1: 32) y la raíz de David (Ap. 5:5). Cierto, Jesús no está ahora gobernando desde el trono davídico sobre un reino de Israel, pero lo hará en el futuro. Los teólogos del reemplazo insisten en que todo el pacto ha quedado ya cumplido, e insisten en que la promesa del trono se cumplió cuando Jesús se sentó en el trono de su padre (Ap. 3:21).

No hay duda alguna acerca de que Jesús se sentó en el trono de su Padre (Ap. 3:21). No hay duda alguna acerca de que Jesús está ahora sentado en el trono de Dios Padre. Sin embargo, la promesa de Lucas 1:32 es que un día se sentará en el trono de su padre David. Es una insensatez pretender que el trono de David y el trono de Dios sean el mismo ¡a no ser que los teólogos del reemplazo quieran insistir en que David estuvo sentado en el trono de Dios Padre! PACTO PALESTINO El nombre El nombre tradicional para este pacto es el pacto palestino, nombre legítimo en la época en que fue acuñado, porque este pacto trata mayormente de la tierra conocida durante siglos como Palestina. Sin embargo, éste es un término actualmente desafortunado por dos razones.
Fue un nombre dado a la tierra por el emperador romano Adriano después de la segunda revuelta judía bajo Bar-Coqueba (132 – 135) con el propósito de borrar todo recuerdo judío de la tierra
Debido a los acontecimientos históricos en el Oriente Medio en el siglo XX, este nombre ha quedado más asociado a los árabes que a los judíos. Quizá un mejor título sería el pacto de la tierra

Escritura El principal pasaje bíblico acerca del pacto palestino es Deuteronomio 29:1 – 30; 20 Las disposiciones del pacto Hay ocho disposiciones específicas en este “pacto de la tierra”
Moisés habló proféticamente acerca de la venidera desobediencia de Israel a la ley de Moisés y a su consiguiente dispersión por todo el mundo (Dt. 29:2 – 30; 1)
Israel se arrepentirá (Dt. 30:2)
El Mesías volverá (Dt. 30:3)
Israel será recogida (Dt. 30:3 - 4)
Israel poseerá la Tierra Prometida (Dt. 30:5)
Israel será regenerada (Dt. 30:6)
Los enemigos de Israel serán juzgados (Dt. 30:7)
Israel recibirá su plena bendición, específicamente las bendiciones del reino mesiánico (Dt. 30:8 - 10)

Importancia del pacto de la tierra La importancia especial de este pacto es que reafirmaba el título de propiedad de Israel a la tierra. Aunque Israel resultaría infiel y desobediente, el derecho a la tierra nunca sería arrebatado a Israel. En tanto que su goce de la tierra está condicionado a la obediencia, la propiedad de la tierra es incondicional. Además, muestra que el condicional pacto Mosaico no echó a un lado el incondicional pacto Abrahámico.

Amplía el aspecto territorial y enfatiza la promesa de la tierra al pueblo de Dios a pesar de la incredulidad. La confirmación del pacto El pacto de la tierra recibió su confirmación siglos después en Ezequiel 16:1 – 63. Este pasaje describe la relación de Dios con Israel como marido y mujer, y Dios relata su amor hacia Israel en su infancia (Ez. 1 - 7) El desarrollo del pacto de la tierra en el futuro Una faceta principal de la restauración definitiva de Israel es la reunión de Israel, y esto se basa en el pacto palestino o de la tierra. Lo que se prometió en este pacto fue reafirmado por los profetas, como se ve en los siguientes pasajes: Isaías 11:11 – 12:6; Jeremías 16: 14 – 15; Mateo 24:31; Marcos 13:27, entre otros.

LOS PACTOS Un pacto es un acuerdo entre dos partes y representa unas relaciones establecidas entre Dios y el hombre, un hombre y otro, o una nación y otra. Las Escrituras identifican dos clases de pactos: Condiciones e Incondicionales. Pacto Condicional: Es vinculante para ambas partes respecto a su cumplimiento, esto es, la respuesta de quien establece el pacto está condicionada por la respuesta de la parte con la que se establece el pacto.

Pacto Incondicional: A la inversa, es sólo vinculante para quien establece el pacto, aunque ciertas bendiciones anexas al pacto incondicional pueden demandar alguna respuesta de la parte con la que se estableció el pacto a fin de que aquella parte reciba la bendición. Hay cuatro rasgos que deben observarse por lo que se respecta a la naturaleza de los pactos.
Son literales
Son eternos
Dependen totalmente de la integridad con Dios
Fueron establecidos con un pueblo del pacto: Israel

Antes de identificar los pactos bíblicos, debemos identificar tres pactos teológicos. Ésos son sustentados por el teólogo del pacto, que contempla las eras de la historia como el cumplimiento progresivo del pacto que Dios hizo con pecadores en el que todos los que acudiesen con Él por la fe serían salvos. Esos pactos son:
El pacto de la redención (Tít. 1:2) en el que entraron los miembros de la Deidad antes del tiempo, y en el que cada miembro asumió aquella parte del plan de la redención que constituye su presente posición tal como se expone en la palabra de Dios. Este pacto está sustentado primariamente por el hecho de que parece razonable e inevitable
El pacto de obras designa a ciertas bendiciones de parte de Dios condicionadas al mérito humano. Tiene sus orígenes en la teología amilenarista.
El pacto de la gracia se entiende como indicativo de todos los aspectos de la gracia divina para con la humanidad a lo largo de los siglos. El primero de esos pactos, la redención, tiene un débil apoyo escriturario, mientras que los dos restantes no tienen ninguno. Se basa primariamente en el razonamiento humano, con poca o ninguna consideración por el apoyo escriturario.

Existen seis pactos bíblicos, de los que sólo uno, el mosaico, es condicional. Los restantes son incondicionales, lo que significa que Dios los cumplirá soberanamente en algún punto futuro de la historia.

I. El pacto noeico (Gn. 9:1 - 18). Se trata de un acuerdo perpetuo hecho con Noé en el que Dios promete que nunca jamás volverá a destruir la tierra con un diluvio. Es incondicional

II. El pacto Mosaico (Ex. 20:1 – 31: 18). El cumplimiento de este pacto condicional se basa en la obediencia humana y en la fidelidad de Dios. Este pacto fue quebrantado casi de inmediato después de haber sido concertado (Ex. 32: 15 -29)

III. El pacto abrahámico (Gn. 12: 1 - 15:17). Este pacto incondicional es progresivo en su cumplimiento, y se compone de tres partes o subpactos, el palestino, el davídico y el nuevo. Esos tres subpactos contienen las profecías tocantes a la tierra, a la simiente y a las futuras bendiciones ara Abraham y su simiente.

IV. El pacto palestino (Dt. 28 – 30). Este pacto garantiza que Israel poseerá la tierra Prometida. Es incondicional.

V. El pacto davídico (2 S 7:4 - 16) Este pacto incondicional promete que el trono de David, y su linaje y reino serán eternos. Asegura el reinado milenario en el que Cristo reinará sobre la tierra.

VI. El nuevo pacto (Jer. 31:31 – 33). Muchos de los antiguos dispensacionalistas enseñaban que había dos nuevos pactos, uno para Israel en el reino y otro para la iglesia. Este pacto incondicional tienen su cumplimiento final en el reino milenario. El pacto se estableció en primer lugar con la nación de Israel (Jer. 31:31) e iba a reemplazar el pacto de Moisés, que la nación de Israel había quebrantado y no podía cumplir (31:32). En la comida pascual con sus discípulos, Jesús les explica la razón de su venidero sacrificio: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre” (Lc. 22:20). El nuevo pacto fue inaugurado y puesto en marca en Pentecostés con la venida del Espíritu Santo. El sacrificio de Cristo beneficia a los creyentes en la actual dispensación de la iglesia.


Pastor: Jairo Antonio Marín Leiva (Secretario General )

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